Primero
que nada, estoy bien físicamente. Emocionalmente, no tanto. Hoy
experimenté más emociones que en los 22 años de vida que tengo. He
ido a muchas marchas, entre ellas incluyendo el día que mataron a
Bassil Da Costa aquel 12 de febrero de 2014. Estando allí cuando se
escucharon los primeros disparos, y corriendo y cayéndome al suelo
para salvar mi vida. Hoy, sin embargo puedo decir que no corrí,
caminé. Me aposté a pasos de las tanquetas y así como nos
reprimían, así dábamos un paso adelante y uno atrás. Entre saltos
esquivando bombas, y escuchando ruidos aterradores, caminé, y caminé
y caminé, y me sentí impotente, me llené de rabia pero no sabía
qué decir, porque con decir no hacía nada. Mientras caminaba había
gente desmayándose a mi alrededor porque el olor de las bombas es
muy arrecho. La sensación que quema tu piel, es algo que realmente
no puedo, no sé describir. Decir que tengo más bolas que muchos en
este país, no. No quiero decir eso, porque si algo experimenté hoy
fue miedo. Miedo del malo, del que te paraliza, del que te asusta y
no sabes qué hacer, para dónde agarrar o cómo reaccionar ante
tanto caos. Y mientras reflexiono todo lo que viví hoy, muchos
chamos como yo están ahí afuera aún, defendiendo su libertad.
Mientras escribo esto, me tiemblan las piernas y las manos porque
quisiera decir que hubo algo más, que yo también sucumbí a la
violencia, y ataque, pero no lo hice. No lo hice. Y me da vergüenza
sentirme así.
Pero
ante todo el caos, y los heridos, y las protestas, y la necesidad,
quiero que el que me lea sepa que el ambiente de ridiculez al que
estamos acostumbrados en todas las marchas hoy no estaba presente.
Hoy no hubo cánticos, ni felicidad en los rostros de muchos, hoy no
hubo huidas, hoy hubo dolor, rabia, mucha molestia. Y un pueblo sin
armas, sin ningún método de defensa más que su voz, y su
presencia.
Y
a esos Guardias hijos de puta, porque no tienen otro nombre, a esos
que lanzaban bombas desde los edificios, que no les importaba si
algún familiar suyo había ahí. A esos les digo que su momento les
va a llegar.
Pero
por favor, con miedo o sin miedo, no se rindan. No vuelvan a trabajar
como si nada estuviera pasando, no vuelvan a estudiar como si nada
estuviera pasando. No esperen convocaciones, de verdad es ahora o es
nunca. La libertad toma tiempo, y tiempo tenemos. Y ganas también.
¡Gloria
al Bravo Pueblo! ¡Viva Venezuela!
Claudia
A. Ciaffaglione Fedullo
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