Fotografía de Víctor Márquez |
Hoy
19 de abril, por primera vez en mi vida, como el chamo del reportaje
de Prodavinci, salí a marchar. No voy a decir que salí a marchar
para defender lo indefendible, no voy a decir que salí a defenderte
a ti, a tus hijos, ni siquiera para defenderme a mí. Fui
principalmente para drenar un poco; para, al igual que los demás,
volcar mi impotencia en una caminata. Caminé con cientos de miles
desde Chacao hasta El Rosal, por la autopista Francisco Fajardo. Vi a
los heridos y sentí el ardor del gas cuando la comisión de Primeros
Auxilios me pasó por un lado.
Estando
aproximadamente a veinte metros del “piquete” de la Guardia
Nacional Bolivariana (GNB) se comenzó a sentir el gas, se comenzó a
ver el humo, se apersonó el miedo, burlón y abusador. La
arremetida, quizá la séptima, quizá la vigésima, fue brutal. Al
menos diez cartuchos lacrimógenos volaron contra los manifestantes.
Al momento de replegarse pasó lo que, quizá, nunca esperé.
Teníamos rato escuchando que los mismos manifestantes gritaban
“quién se devuelva es chavista”, “si te devuelves eres un
traidor” y cosas por el estilo. Pero cuando tocó replegarse por la
inmensa cantidad de gas una parte de la misma marcha se plantó,
impidiendo la retirada de heridos y asfixiados, mientras gritaban
improperios. Jamás había experimentado tanto miedo. Ver a la gente
convertirse en lo que tanto critican, verlos impedir el rescate de
sus “hermanos opositores”. Ver que no razonaban, que no
entendían.
La
gente, ante el bloqueo de sus conciudadanos y las repetidas
arremetidas de la guardia, decidió saltar un muro de al menos cuatro
metros. Sí señores, la gente decidió recurrir al Guaire como una
“buena” opción. Ah pues, si yo fui uno. La consecuencia:
deberíamos inyectarnos Toxoide, una vacuna contra la
inmundicia de ese baño gigantesco que atraviesa la ciudad.
Jamás
he sido optimista, nunca lo he querido. Hoy, lamentándolo mucho,
llegué a una conclusión a la que no quería llegar. Este país
tiene muy pocas posibilidades de cambiar pronto. Muy pocas desde el
momento en que los marchantes deciden entorpecer la labor de primeros
auxilios y tachar a todo el que se devuelva de “chavista traidor”.
Muy pocas desde que la gente crítica las políticas alimenticias y
luego va corriendo por su "Carmet de la patria".
Víctor Márquez
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