jueves, 20 de abril de 2017

19A

Fotografía de Víctor Márquez
Arden las calles de 23 estados. Arden tanquetas en San Antonio. Arden guardias nacionales, por culpa de “molotovs”. Arden miles de gargantas, miles de ojos, miles de narices; miles de estómagos por el hambre. Pero más importante, arden corazones. Arden de impotencia, de arrechera, de dolor. Arden por Carlos José Moreno, por Bassil Da Costa. Aún.
Hoy 19 de abril, por primera vez en mi vida, como el chamo del reportaje de Prodavinci, salí a marchar. No voy a decir que salí a marchar para defender lo indefendible, no voy a decir que salí a defenderte a ti, a tus hijos, ni siquiera para defenderme a mí. Fui principalmente para drenar un poco; para, al igual que los demás, volcar mi impotencia en una caminata. Caminé con cientos de miles desde Chacao hasta El Rosal, por la autopista Francisco Fajardo. Vi a los heridos y sentí el ardor del gas cuando la comisión de Primeros Auxilios me pasó por un lado.
Estando aproximadamente a veinte metros del “piquete” de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se comenzó a sentir el gas, se comenzó a ver el humo, se apersonó el miedo, burlón y abusador. La arremetida, quizá la séptima, quizá la vigésima, fue brutal. Al menos diez cartuchos lacrimógenos volaron contra los manifestantes. Al momento de replegarse pasó lo que, quizá, nunca esperé. Teníamos rato escuchando que los mismos manifestantes gritaban “quién se devuelva es chavista”, “si te devuelves eres un traidor” y cosas por el estilo. Pero cuando tocó replegarse por la inmensa cantidad de gas una parte de la misma marcha se plantó, impidiendo la retirada de heridos y asfixiados, mientras gritaban improperios. Jamás había experimentado tanto miedo. Ver a la gente convertirse en lo que tanto critican, verlos impedir el rescate de sus “hermanos opositores”. Ver que no razonaban, que no entendían.
La gente, ante el bloqueo de sus conciudadanos y las repetidas arremetidas de la guardia, decidió saltar un muro de al menos cuatro metros. Sí señores, la gente decidió recurrir al Guaire como una “buena” opción. Ah pues, si yo fui uno. La consecuencia: deberíamos inyectarnos Toxoide, una vacuna contra la inmundicia de ese baño gigantesco que atraviesa la ciudad.

Jamás he sido optimista, nunca lo he querido. Hoy, lamentándolo mucho, llegué a una conclusión a la que no quería llegar. Este país tiene muy pocas posibilidades de cambiar pronto. Muy pocas desde el momento en que los marchantes deciden entorpecer la labor de primeros auxilios y tachar a todo el que se devuelva de “chavista traidor”. Muy pocas desde que la gente crítica las políticas alimenticias y luego va corriendo por su "Carmet de la patria".

Víctor Márquez

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