Es difícil darse cuenta de
que el tiempo pasa factura sin considerar qué tan lleno está el bolsillo. No
tengo la seguridad de que hayan pasado más de cinco meses (quienes me conocen
saben que soy mala con las cuestiones matemáticas y no pretenderán que cuente
los días exactos) desde que me gradué del colegio, pero la persona que se subió
a una tarima para recibir el título de bachiller es muy diferente a la que
pretende recibir el nuevo año en diciembre.
A lo largo de nuestra vida
somos víctimas de ladrones de sueños, de tiranos pesimistas, de imposiciones
ajenas. Vivimos cercados por las expectativas de lo que quieren que seamos, sin
tener la certeza de quienes somos realmente. Nos limitamos a analizar el
panorama que otros dibujan sin tener el coraje de coger el pincel. Mas lo
cierto es que constantemente hay un aspecto que juega las cartas de la baraja
en nuestro lugar, por debajo de la mesa y pasando desapercibido: El Cambio.
Todos somos propensos a
sufrir transformaciones. Con cada minuto que pasa envejecemos, con cada
experiencia ganamos sabiduría, con cada encrucijada se abren caminos; y es por
esa razón, al menor resquicio de oportunidad buscamos representar el papel de
nuestras vidas. Y el resultado es un collage repleto de ideas, expectativas,
ilusiones y decisiones surgidas durante la transición.
Es gratificante cambiar,
sobre todo cuando no se es consciente de que el pasado se va quedando atrás
para cederle espacio al presente. Sin embargo, cuando nos percatamos de que los
buenos momentos se escapan lentamente acostumbramos a darle la espalda al
futuro para escavar en los recuerdos, intentando encontrar los soportes que
alguna vez nos sostuvieron en pie.
De semejante modo estuve
ayer a la mitad de la noche registrando viejas fotografías que iba recuperando
en Facebook (¿Los beneficios de la tecnología?). Empezó como un juego tonto
donde me reía de publicaciones que hice hace años y terminé registrando los
perfiles de varios de mis compañeros de escuela para envolverme de todos los
sentimientos que para ese entonces tenía. Y mientras más rostros conocidos
veía, mientras más atrás iba… Me di cuenta de que no me reconocía ahí y tampoco
podía hacer lo mismo con mis amistades.
Éramos un grupo de niños
con cachetes gordos y sonrisas en los labios unidos por un compañerismo torpe y
afectuoso. En la promoción tuvimos amistades de años (algunos se conocieron
cuando aún usaban pañales, ¿No?), romances bellos y romances desastrosos, convivencias
religiosas convertidas en sesiones de fotos y fiestas por montones. Había
tantos momentos retratados que me dio nostalgia repentina y me sentí perdida
porque recordé que no sabía absolutamente nada de nadie, que la pequeña que solía
pasar los recreos entre amigos ahora era una mujer cuyas responsabilidades se
remitían a un mundo real.
Comprendí que cada quien
había tomado su rumbo, que todos hemos cambiado. No significa que los lazos se
hayan quebrado de un día para otro a causa de la universidad (sería estúpido
decirlo), significa que nuestros intereses ya no son los mismos. Han empezado a
construir un proyecto de vida, han comenzado a decidir por ellos cual será el
siguiente capítulo. Y eso no implica que
no podamos extrañar aquello que se fue, que no tengamos derecho a creer que
puede recuperarse.
Anoche tuve una cita con mi
pasado. Es verdadero que nada de lo sucedido antes volverá a ocurrir, como también
es cierto afirmar que no soy la misma de antes ni retornaré a serlo. Sin
embargo, ¿No es bueno volver el rostro para rebuscar entre las memorias aquello
que nos dio impulso para avanzar en los momentos más difíciles? ¿Qué de malo
hay en querer revivir la sensación de apoyo que nos brindaban esas personas
importantes?
Me causó gracia porque
terminé acatando las últimas palabras que pronuncié en el discurso de
graduación: “(…)probablemente no coincidiremos nunca más, pero espero que en
momentos de soledad cuando sientan desánimo
puedan evocar todas esas memorias, experiencias e historias que hoy nos
unen.” Y la verdad es que no me arrepiento de haberlas dicho, porque cuando
pienso en mi promoción me siento en familia.
Tuve un grupo de mejores amigas
que lo significaron todo; mis hermanas, mis confidentes, mis compañeras de
juegos. ¿Hay alguna cosa que no supiéramos las unas de las otras? Desde salidas
al cine hasta las conversaciones a media noche, vivía dispuesta a recolectar
momentos con ellas. Son las responsables del carácter matriarcal que tengo, son
las responsables de hacerme creer que puedo con todo lo que intente aplastarme.
Son la inspiración que necesité para continuar cuando mi vida parecía
convertirse en un agujero negro.
También conseguí enamorarme
de una persona especial a quien tuve el lujo de conocer desde pequeña. El mejor
amigo que pude encontrar, mi punto de apoyo la mayor parte de las ocasiones,
pieza fundamental de mi mundo. Es quien me inspira a convertirme en una mejor
persona porque cree fieramente en lo que deseo ser; me lleva a pensar que el
mundo es inmenso y que puedo tenerlo en mis manos. Con él todo resulta
correcto.
¿Cuántos de nosotros no
tuvimos esas conexiones? ¿Quién no ha tenido personas que lo mantienen atado a
la realidad? ¿Quién puede restarle importancia a ese fragmento esencial del
pasado?
No tengo muy claro que me guio
a escribir esta pequeña entrada; solo sé que apenas vi las fotografías tuve la
sensación de que me hacía falta verlos nuevamente y saber de ellos. Como si
hace muchísimo tiempo no hubiera dormido en mi casa y necesitara hacerlo.
Aunque no sepa realmente quienes son ahora, aunque no entienda qué tipo de
planes tienen en mente, aunque no tenga la certeza de a cuál rincón del mundo
fueron a parar… Es importante para mí decir que son parte de mis cambios, que
les debo en lo que me convertí y que los recordaré de esa manera por siempre.
"Todos
los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía"
Anatole France
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*El título de la entrada hace referencia a la frase de Heráclito de Efeso, filósofo griego (540-470 a. C.)
Me encanto leer esto, me hiciste recordar muchas cosas, tengo las mismas dudas que tu, si supieras, que somos?, a donde vamos? que paso? cuando? el tiempo volo, y ahora mas que nunca lo valoro ya que esta epoca es la mejor y se nos esta yendo rapidisimo, miranos, ya estamos graduados, y eso que yo lo veia en un futuro lejano. Normal, ojala y nos volvamos a ver o hagan una reunion, te quiero.
ResponderBorrarPD: sigue haciendo este tipo de publicaciones que las estare leyendo.