Esta
crónica fue escrita durante el mes de abril del presente año y pretende
detallar lo sucedido antes, durante y después de las elecciones presidenciales;
intenta ser un mensaje de conciencia, un llamado al voto para los futuros
comicios y un grito de auxilio en medio de la violencia y la confusión que se
vive en Venezuela.
Los comentarios fueron y
vinieron como un torrente alocado que no supo en cual punto detenerse.
Encuestas, entrevistas, ruedas de prensa, concentraciones, agresiones,
propagandas, canciones… Fue tanto lo que se pudo ver y escuchar que realmente
no sabíamos que creer, que no creer y que esperarnos. No es un secreto lo que
sucedió domingo 14 de abril en Venezuela y los días anteriores y posteriores;
la hostilidad existente entre los partidos políticos del país, que buscaban
erradicar cualquier indecisión o abstención posible, y los seguidores de los
mismos ha sido palpable.
Desde el punto de vista
histórico, desde la primera victoria del fallecido presidente Hugo Chávez Frías
nunca se había presentado una lucha político-social de esta magnitud. Una gama
de emociones cubre a la comunidad venezolana que entre colores y promesas solo
desea finiquitar los problemas comunes como la escasez, el desempleo, la falta
de insumos básicos y la limitación de agua o luz, mientras ruega por no
sucumbir ante el cendal de una fuerte desventura económica. Es realmente
horrible pensar a dónde llegaremos, cuando todavía hay personas que no tienen
idea de a dónde quieren ir.
Con la postulación de
Nicolás Maduro, actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela,
llegó al país la grieta que la oposición había estado aguardando desde hacía
años y que esta vez, dados los eventos producidos durante días, no hay manera
de sellar. El candidato del socialismo no solo se convirtió en el heredero de
Chávez, sino en el eslabón débil de una cadena opresora que se niega a
abandonar el poder.
Pretendiendo calar en el
juicio de quien lea el siguiente análisis de los acontecimientos suscitados
antes, durante y después del día de los comicios, inicio relatando lo que fue
la “Semana en espera” partiendo del siete de abril del 2013 con la marcha
Caracas Heroica; tuve la extraordinaria oportunidad de asistir y recorrí un
gigantesco trecho desde Chacaíto hasta la Avenida Bolívar que además de dejarme
exhausta hinchó mi corazón con orgullo. Tener que recordar el calor sofocante,
la mezcla de sudores, el coro de cánticos rebosantes de euforia y la marea de
gorras tricolores es un placer doloroso. Nunca antes había participado en una
concentración, por lo que de principio a fin mi alegría fue inmensa.
Con el cansancio de una
larga velada nocturna donde bebí varios de tragos y bailé hasta terminar con
los pies magullados, me levanté especialmente temprano para alistarme. No me
sentía bien, iba como un muerto en vida camino a al punto de encuentro, pero en
el fondo tenía un calorcito cosquilleándome el estómago. Más tarde, cuando me
encontré frente a cientos de personas que gritaban y sonaban cornetas mientras
agitaban banderas y carteles, atribuí esas cosquillas a la emoción. Era
imposible no contagiarse del entusiasmo de toda esa gente y fue tal la camadería
existente que me sentía en familia. Poco a poco la confianza se acrecentó de
una forma impresionante; no solo recibías sonrisas y saludos, también eras
violentamente empujado en busca de espacio para caminar.
Al principio estuve tentada
a retribuir los golpes, pero trataba de calmarme pensando en el hecho de que
ese día no había forma de actuar con brusquedad; La gama de sentimientos era
desbordante y rápidamente me sentí identificada con mi entorno porque yo
también sentía esa ansiedad, ese nervio, esa excitación por ver a Henrique
Capriles y poder escucharlo de cerca. Después de vivir una Odisea, logré a
ubicarme a treinta metros de la tarima, presa de la falta del aire y
ligeramente deshidratada. Frente a los caraqueños que compartían un solo
sentimiento, solo podía memorar lo que escribí el 7-O 2012 cuando se anunciaron
los resultados electorales.
Tras esto, se presentó la
ausencia del 'Gigante' reelecto y el misterio se adueñó de nuestras vidas. Los
rumores crecían y crecían y descubrir la verdad en las palabras de los
encargados se volvió un reto. Poco después, el ex representante panameño
Guillermo Cochez se pronunció con una pasión desmedida: “Venezuela vive una
democracia enferma secundada por entes que no asumen el trabajo y la
responsabilidad que les corresponde.”. Mi primera impresión fue que no fue el
momento ni el lugar adecuado para recitar una creencia tan personal, pero sus
palabras resguardaban la verdad; Venezuela se encontraba situada de forma
estratégica en medio de un camino que solo conducía a una calle ciega, sin
retorno o posibilidades de dar la vuelta en U.
Las acciones tomadas por el
gobierno, que con cada acto se asemeja a un circo donde la “Revolución” de un
presidente desaparecido trata de continuar su misión sin importarle a quienes
se lleva por delante, solo han demostrado lo fácil que es atacar la confianza y
a la inocencia de los que habitamos en este país. Lo más crítico, es que se han
visto continuamente apoyados, sorpresivamente, por naciones que afirman
defender la democracia y la legitimidad de esta por encima de todo. Sin embargo,
aunque se muestra un arbitraje descarado, nuestros dirigentes no sólo se han
visto beneficiados por los generosos votos de amigos internacionales.
Gran parte del pueblo se ha
pronunciado dando señales de lo orgullosos que se sienten de que haya quienes
reguarden el legado del gran Comandante, seguros de que este vela por ellos
desde las alturas para encabezar su tercer mandato presidencial a través de un
hombre sin preparación adecuada y sin madurez suficiente para asumir el cargo
que le han dado. Pero así como la patria roja buscó defender sus ideales,
existe un grupo de personas que no planea aceptar la idea retorcida de
constitucionalidad que los altos mandatarios manejan.
Durante el paseo de Caracas
Heroica conseguí a las multitudes de vestimentas tricolores, al pueblo
movilizador y progresista que aún después de la derrota del siete de octubre se
niega a ceder. No es posible, digan lo que digan, que deseemos la desgracia de
este país tan hermoso que fue la cuna donde nos mecimos y que ha sabido
tatuársenos en el alma, en el corazón, en la sangre, en la piel. Es nuestra
patria, nuestra cultura, nuestro hogar, nuestra familia.
Estoy cansada de los
insultos y del odio. Quiero sentirme parte de un solo pueblo, quiero que se
acaben las disputan y los altercados entre las jóvenes promesas que no
comparten propósitos. ¡Cuán harta estoy de la verborrea insulsa de siempre, que
es incapaz de darme la tranquilidad que necesito! ¿Por qué en vez de alimentar
la rabia, no alimentan los proyectos? ¿Por qué debemos creer que convertirnos
en un pueblo encadenado es la única forma de continuar viviendo aquí? No
soporto coexistir con el miedo ni deseo pasar el resto de mis días rezando para
que mis padres, mis hermanos, los niños, las mujeres, los trabajadores o cualquier
venezolano lleguen sanos y salvos a sus casas. ¿Por qué debemos agradecer
“tener suerte”?
¿Cómo puedo creerle a un
hombre como Nicolás Maduro que él es la garantía de una vida mejor cuando no es
capaz de respetarse a sí mismo? No fanatizaré a un hombre que amenaza a quien
no comparte su opinión, que aplasta la virtud de sus seguidores a base de
maldiciones incesantes y que no sabe honrar el valor de la cristiandad. Quien
aspira asumir el poder no debe amar al poder en sí, sino a quienes le han dado el
privilegio de ostentarlo; Alguien así no está encariñado con la idea de amar al
pueblo que busca entregárselo, porque solo busca mantener los ideales de una
revolución deleznable. Y una persona que no puede amar al pueblo, que pone por
encima sus deseos y sus caprichos y que se desvive por dirigentes ajenos a la
Nación no merece ser presidente; ese tipo de persona es realmente apátrida.
Porque una persona sin
patria no es aquella que sueña con otro tipo país, no es la que busca el
diálogo amable con los entes internacionales, ni es aquella que por cuestiones
forzosas se ha visto en la cruel situación de abandonar la tierra que la ha
visto crecer; Es quien se entrega en vilo a otros y deja atrás los intereses de
su propia nación, es quien decide ceder los recursos y los valores de sus
conciudadanos para cubrir problemas que nada tienen que ver con la gigantesca
cantidad de contrariedades que los azotan, es el que en determinadas
circunstancias se aparta y se desentiende de la herencia cultural que sus raíces
le han dejado.
Antes hablaba de que no
sabemos dónde terminaremos, porque no sabemos dónde queremos terminar. No
tildaré de ignorante a nadie, porque no soy quien para juzgar a los que no
concuerdan con mi opinión; quiero creer que los que optan por una opción
diferente, esa que ha pasado varios años explotando la soberanía de nuestra
tierra, lo hacen porque realmente tienen fe en ese sistema. Un oficialista me
llamaría burguesa, diría que no es sorprendente que mi corazón esté con
Henrique Capriles porque vengo de una familia con recursos suficientes para
tener una vida acomodada y apacible; No sé lo que es pasar hambre por no tener
qué comer, no he sido víctima de la violencia pandillera, no me he visto en la
necesidad de buscar decenas de empleos, tampoco sé lo que es la vida cotidiana
en un barrio, ni puedo imaginar los pormenores que pueden sufrirse allí.
No obstante, manifestando
firmemente que calificar mi opinión por mi estilo de vida es errado, considero
que me encuentro cerca de esa realidad porque la siento latir con indignación y
condescendencia cuando la leo en los periódicos, la escucho en la radio o la
veo en el noticiero. Porque comparto un país, una cultura, una familia con más
de 27.150.095 venezolanos y ansío ver el día en el que todos comprendamos que
la división no es la solución. Estando segregados, en grupos “sociales” donde
el dinero escasea y donde la calidad de vida disminuye a cada minuto, ¿Cómo
esperamos tener idea de dónde queremos terminar?
Estamos desesperados,
intentamos caminar por el sendero despótico de un gobierno ineficiente y
tenemos pánico de descubrir qué puede venir después de tanta confusión.
Venezuela se convirtió en un escenario, en el circo de un grupo de avariciosos
corruptos que denigran y marcan límites a quienes no los reverencian. Odian la
idea de que los venezolanos abramos los ojos, de que tras años de una vida
inestable los habitantes de este país se den cuenta de la realidad y decidan
tumbarles la carpa donde se han instalado. Están sedientos de poder, sedientos
de dinero, sedientos de odio. Y llegó el día de decirles: Ya no más.
Clara muestra de la
división que hay en este país es el malicioso y brutal atraco que continuamente
se presenta entre seguidores de los partidos políticos, pues a disparos, palabras
crueles y golpes intentan amedrentar la voluntad de los que defienden un punto
de vista distinto. Hemos llegado al punto donde la discordia merma en los
sentimientos como una toxina y nos insta a herir de formas inhumanas al resto.
Queremos acallar las manifestaciones de los demás, nos negamos a la
conversación, no deseamos saber de otras alternativas. Es una conducta bestial
y las confrontaciones se han convertido en una amarga polémica donde se debe
admitir la enorme distancia que separa los corazones de los venezolanos. Seguir
así es afirmar que terminaremos solos, gobierne quien gobierne. No podemos
aclamar paz cuando en cada oportunidad atropellamos a quien se plante frente a
nosotros.
¡Es tan fácil callar a
quien tiene algo que decir! Sobre todo a quien tiene algo importante, honesto y
radical que profesar. Se les ha negado el voto de confianza a artistas, a
políticos, a representantes, a trabajadores, al pueblo en sí. ¿Cuántas pruebas
serán necesarias para demostrar la perversión y la intimidación de este
sistema? Es un fanatismo mórbido, que realmente no labora por el bien de los
que componemos esta tierra, que solamente beneficia a un grupo ubicado
convenientemente en las bases de la autoridad. Han sabido cegar a las masas,
haciéndoles creer que viven dignamente cuando la vida se les está cayendo
encima. Y no conformes con eso, aclaman que es la “otra parte” quien los
repudia con el objetivo de demarca una gruesa línea entre el pueblo.
Y aquí radica la diferencia
entre los dos candidatos más controvertibles: El llamado de amor, unidad y
respeto. Exijo un presidente que nos represente a todos, que nos cuide a todos
y no permita la explotación social; Deseo un hombre que tenga la fuerza para
llamar a las cosas por su nombre, que denuncie a los abusivos, que con un
discurso seguro sepa diluir el odio y movilice a la gente con benevolencia. No
persigno a una persona que, por el contrario, solo juegue con la espiritualidad
de sus prosélitos; una persona que no da abasto con la cantidad de inconvenientes
que presenta la vida en este país, una persona incapacitada para proyectar un
futuro bienaventurado.
Analistas afirman que lo
que sucedió los días anteriores a la elección fue un giro de 180 grados, un
fenómeno al estilo Juan Manuel Santos. Las elecciones se abrieron como una
oportunidad extraña e inédita, algo nunca antes visto canalizado con enorme
potencia. Los pilares del chavismo se vieron notablemente afectados ante la
desaparición de su líder, porque la era post-Chávez llegó y se fue abriendo
camino con sigilo entre las filas del gobierno. La desorientación los
caracterizó y no tuvieron manera de motivar a los seguidores rojos, razón por
la cual perdieron una gran cantidad de favorecedores. Estos meses nos sirven
para notar cómo se delataba la ineficiencia de esta tropa poco estudiada y
trabajadora, que no está apegada al pueblo con real honestidad. Solo se trata
de un régimen que se desmorona con inusitada rapidez.
Capriles no necesitó
aparecer en ningún afiche en compañía de la fotografía de algún presidente o
algún miembro político para llegar a los corazones de los votantes. Él tiene
oratoria, no es víctima de la falta de escolaridad, conoce la incertidumbre y
el descontento de las entes, sabe a qué se enfrenta y no es un fanfarrón que
trata de lucir aquello que no tiene. No es un cínico que se apropia de una
imagen ajena y busca esconder sus defectos tras esta.
Gabriel Reyes, especialista
en opinión pública y comunicación política, afirmaba el once de abril que el
pueblo acude a las concentraciones opositoras porque está harta de creer en
mentiras, harta de ser liderada por personas que se han olvidado de garantizar
la soberanía y la libertad y que solo presenta un panorama futurista
impredecible. Sabe, como sabemos todos los que contrariamos la charlatanería
del gobierno, que la estrategia del candidato oficialista no convenció y no
convence. Ya no es una alternativa creer que este régimen puede solucionar los
temas de inconformidad, porque han sido catorce años infructíferos que solo
lograron destruirnos.
Además de convertirse en un
chiste, Maduro se volvió la cara de las verdaderas intenciones de los
declarados chavistas que mantienen acaparado el dominio de la Patria. ¿Qué es
Nicolás sino un hombre asustado escondido tras el fantasma carismático de Hugo
Chávez Frías? Nadie lo conoce, no tiene gestión y de forma radical intenta
defender la falta de preparación que tiene. Es un náufrago que nada, nada y
nada, que se encuentra dando patadas de ahogado y que acabará por morir en la
orilla. Alberto Franceschi, político venezolano, lo dijo: “Maduro en picada es
un hecho porque se ha resguardado en los peores consejos y en las más terribles
decisiones.” ¿Puede ese burócrata tener el privilegio de doblegarnos solo por
el hecho de creerse un sucesor? ¿No merece esta bellísima tierra hacerse
respetar? No somos un regalo y los dirigentes deberían aprender que tenemos voz
propia y que no estamos dispuestos a obedecer actitudes antidemocráticas.
Esta vez no se trataba de
optar por una persona en particular, sino de elegir el mejor proyecto.
Teníamos, y seguimos teniendo, un deber con Venezuela porque, nuevamente lo
reitero, es nuestra Nación y merece que nos tomemos de las manos a su favor. No
podemos seguir estancados viendo como otros países avanzan hacia el progreso a
base de nuestros recursos y la ayuda humanitaria del gobierno cuando aquí la
cifra de muertos por día aumenta a cada hora y la penuria nos domina. ¡Basta de
la tolerancia a la mentira burda! Adiós a las amenazas a los funcionarios
públicos, al crimen de las calles y a la parcialidad de los poderes
administrativos.
Horas antes de que Tibisay
Lucena apareciera para dar los resultados, me invadía una impotencia
ilimitable, porque tenía miedo de que estos se erigieran en una sentencia de
muerte. Contrario a lo que se ve en otros países, en Venezuela nos hemos visto
en una encrucijada múltiples veces; solo nos han permitido tener dos rumbos
teñidos de vacilación. A diferencia de las naciones vecinas, de las naciones de
América y las naciones del mundo, no tenemos oportunidad de afianzarnos a un
candidato y escuchar atentamente sus propuestas. Las opciones que tuvimos
fueron radicales, escasas y limitadas y eso induce a la perplejidad.
No sé si atribuirle la
culpa al exiguo tiempo de campaña, pero el caso es que a raíz de diversas
promesas, realmente los venezolanos nos acostumbramos a votar con el corazón y
no con la cabeza. La sangre latina nos bulle con fuerza en las venas, la
euforia nos avasalla. Somos un coktail de emociones en busca de un cobijo,
queremos que un dulce bálsamo nos cubra y cicatrice todas las heridas que hemos
venido sufriendo a lo largo de la historia. Pero aprender a abrazar con pasión lo que creemos no es vía segura si nos quedamos esperando que otro tome las decisiones; El futuro está en nuestras manos y nadie parece entenderlo.
Se han prometido muchísimas
cosas en estos años, la mayoría de ellas evitadas con una facilidad asombrosa y
la vida se ha ido empequeñeciendo crudamente. Más que esperanza, estamos a la
expectativa de que suceda algo grande que nos saque del hoyo. Los chavistas
tienen fe en el socialismo, un sistema de dudosa fiabilidad en las manos de
este gobierno, y los opositores ruegan para que las pocas figuras que los
personalizan tengan resquicio de expresarse a favor de ellos.
Es triste saber que la
violencia se ha convertido en un suceso cotidiano. Pensar que mientras la
oscuridad, por falta de luz eléctrica, sume los hogares, en las calles se
presenta un atraco, un secuestro, un asesinato más que añadir a la extensa
lista existente. Nos encontramos con una situación extraña, donde debemos
agradecer arribar perennes a nuestras casas, donde nos sometemos a un toque de
queda autoimpuesto para evitar cualquier ataque, donde no se puede caminar
tranquilamente por las calles, donde el saldo de víctimas es una cifra
siniestra. Estamos frente a la permisibilidad del terrorismo y me parece de lo
más indigno conocerle tan bien el rostro a la muerte.
¡Cuán necesitados estamos
de paz, de respeto, de unidad!
No buscamos contar las
memorias de Venezuela al estilo de Salvador Garmendia. La fantasía no tiene
cabida aquí, es momento de detenerse y razonar lo que sucede. Debemos dejar de
ser el pasado y enfrascarnos en el desolador futuro que nos aguarda si no
trabajamos por él. De ahora en adelante, se debe pensar en lo que hay que hacer
y olvidar qué fue lo que faltó hacer. Basta de críticas poco constructivas,
basta a las restricciones, basta de radicalismo. El catorce de abril no se votó
por Cuba o Estados Unidos; Los venezolanos votaron por sus hijos, y por los
hijos de sus hijos, que constituyen la generación futura y en cuyas manos
residirán las consecuencias de las decisiones que se están tomando ahora.
Cuidar, resguardar y hacer
respetar ese voto, ese bramido secreto al cual cada uno de nosotros tiene derecho
a acceder, es el más grande de los deberes. Cualquiera de los candidatos, sea o
no sea ganador, tiene la potestad de cuestionar si halla alguna irregularidad
producida que pueda afectar la transparencia de los resultados obtenidos. Es
perfectamente legal pedir un reconteo de votos, tal cual hizo Henrique Capriles
a horas de la madrugada del quince de abril por medio de los canales
televisivos cuando desconoció los resultados emitidos por el poder electoral
porque… ¿Se podían aceptar unos resultados cuando se pide un reconteo?
¿Se podían obviar las 3.000
denuncias y anormalidades demostradas ante el poder electoral? ¿Podía la
presidenta de este ente tan importante rendirle homenaje a un partido político
sin discreción alguna? ¿Estaba permitida la omisión de los reclamos realizados
por una parte representativa de Venezuela? Pongo en duda que en alguna parte
del mundo se exhiba semejante arbitrariedad, ilegalidad y abuso de Estado como
el que se presentó a los quince días del mes de abril del 2013.
Lo más curioso termina
siendo que, mientras el CNE hacía vista gorda a las quejas formales de un
comando, se produjo una súbita proclamación a con una rapidez alucinante nunca
antes vista. ¡No solo tuvimos las elecciones más rápidas de toda la historia
americana, sino que observamos la ascensión de un presidente en menos de una
semana! Venezuela, nuevamente, fue atacada con la imagen de la ilegitimidad…
pero parece que la obediencia y el miedo no encuentra resguardo este pueblo.
Caracas Heroica hizo
retumbar la Avenida Bolívar, pero las múltiples ollas y sartenes golpeadas con
cucharas y cucharones hicieron estremecer a Venezuela: El Cacerolazo del 15 de
abril, como se le llamó en las redes sociales, ha sido el más atronador desde
la época de Carlos Andrés Pérez, confirmado por personas que vivieron su
gobierno, y desde los primeros años de gobierno del Comandante Hugo Chávez.
Consecuentemente, la semana se vio saturada de la misma manera; No había ni una
sola esquina del país donde el sonido metálico de un utensilio de cocina dejara
de escucharse, durante casi dos horas completas.
Las redes sociales
demostraron el claro descontento por los sucesos que se estaban presentando, lo
que originó la aglomeración de protestantes pacíficos desde muy temprano donde
estos fueron brutalmente atropellados por la Guardia Nacional Bolivariana a
punta de quemarropa, disparos a traición y diversas tanquetas como medida de
amedrentamiento en zonas de Caracas, así como los frentes de las instituciones
del CNE en diversos estados del país (Mérida, Aragua, Carabobo, Guárico,
Barinas, etc.). Las sanciones para condenar la respuesta de las milicias contra
la gente se esperaban, pero nunca llegaron. El presidente Nicolás Maduro quien
acaparó las pantallas por medio de cadenas nacionales (con un pobre e inconstante
discurso donde el nombre del difunto presidente se escuchó por lo menos una
treintena de veces), solo se pronunció en este ámbito para tildar de
transgresor a su contendiente por convocar la animadversión entre hermanos.
Conseguir que las masas se
mantuvieran encerradas en casa fue un trabajo difícil, porque la voluntad de
estas se había ido enardeciendo para exigir un reconteo justo y constitucional…
Admirar como se emite una tragedia dejaba de ser una opción. Nadie estaba dispuesto
a guardar silencio.
El país empieza a dolerme
como nunca me dolió. Estamos frente a una terrible fragmentación, entre las
mitades de una Nación que tiene un pie plantado hacia el progreso y uno
estancado en el pasado. ¿Cómo se combate contra la mordaza de la opresión? La
chispa encendida es propensa a apagarse ante los soplos insistentes de un
gobierno fascista, puede arrasar contra la oportunidad inédita de trabajar en
pro a un futuro.
Jorge González Moore
estableció que la corrupción es causa directa de la pobreza de los pueblos y
suele ser la razón principal de sus desgracias sociales. Si somos subyugados
por el abuso de un régimen infecto y somos plenamente conscientes de ello,
¿Entendemos el juego malicioso que en el que nos han involucrado? ¿Comprendemos
qué el vaivén bajo el cual nos guiamos carece de armonía y diálogo? La
democracia enferma se transforma en una dictadura disfrazada, la política se
vuelve sucia y nosotros empezamos a mancharnos.
Crueles circunstancias
dominan nuestra tierra, la libertad se transforma en un valor efímero, leyes
ilícitas deforman nuestra integridad, el pacto con el error se vuelve
inevitable... Venezuela, ¿Cuánto tiempo debe pasar para que tu gente exija voz
y voto? ¿Cuánto tiempo permitiremos que te despojen de tus riquezas, que nos
entierren en la pobreza? ¿Cuándo tiempo ha de pasar para que vuelvas a ser
heroica?
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