Fiel a la idea de
publicar continuamente en este espacio y motivada por la alianza de Escritores
Sin Nombre, me propongo a escribir la siguiente entrada sin ánimos de
presentarme como una magnánima crítica de la literatura. Estoy verdaderamente
decidida a olvidarme de las temáticas oscuras, al menos de momento. Hoy vengo a
ocuparme de algo que adoro hacer: leer y opinar.
La lectura es mi
pasatiempo favorito, aunque hay etapas en las que me desligo de esta actividad
con suma facilidad; la lectura es la razón constitutiva de mis proyectos, de la
fastidiosa necesidad que tengo de ejercer opinión sobre todo y básicamente de
mi vida en general. Es uno de los principales motivos por los que escogí
estudiar Licenciatura en Letras, aunque curiosamente la universidad no me deja
leer tanto como quiero o por lo menos no me permite sentarme a ojear los libros
que me interesan. Sin embargo, el diciembre pasado aproveché mis cortas
vacaciones para devorar un ejemplar muy grueso de Anna Karénina que llevaba años cogiendo polvo en mi estantería.
Poder alegar algo que
tenga peso sobre las obras de Lev Tolstoi es verdaderamente difícil, por lo que
ni siquiera voy a meterme con él directamente. Como primer alegato debo decir
que adoré profundamente la novela a pesar de que algunas partes me parecieron
un poco flojas. El primer motivo que tuve para leer el libro –además de un poco
de tiempo libre- fue el hecho de que ansiaba ver la película (la versión del
2012), pero me negué a hacerlo hasta haber leído el libro. Y no me arrepiento
de mi decisión porque me llevé un fiasco con la producción; como es natural, es
esa decepción la que me termina llevando a escribir estas líneas.
Sinopsis [Alianza Editorial]
Ana Karénina, estremecedora historia de adulterio en el ámbito de la alta
sociedad rusa de la época, se ha convertido en una figura clave de la
literatura universal. Cargada con una importante dosis de crítica social,
Tolstoi refleja su visión de la sociedad urbana, símbolo de los vicios y el
pecado, en oposición a la vida sana de la naturaleza y del campo; sirviéndose
de una espléndida galería de personajes.
Reseña
La novela de Tolstoi tiene 813 páginas -mi grueso ejemplar- que me tomó dos semanas leer a causa de otros deberes y obligaciones. Tras concluirlo pasé un par de horas debatiendo internamente y acabé por encontrarle mil cosas a la historia que no pude compartir con nadie porque ninguno entendía mi afán. ¿Puedo creer que quien lea esto lo hará? Esperemos que sí.
Lev Tolstoi tiene una
narrativa bastante sencilla, pero mientras más avanzas te das cuenta que es uno
de esos escritores que esconde las intenciones tras las letras; solo
dedicándose a escarbar en ellas resulta sencillo entender que la firme crítica
a la sociedad rusa y sus costumbres y el intenso hilo evolutivo del pensamiento
humano saltan a la vista desde la primera aparición de Anna Arkádyevna Karénina
y Konstantín Lyovin, los dos protagonistas de esta novela dramática-romántica. Con
ella vemos florecer ante nosotros, magistralmente, el mapa de una Rusia
Imperial con todos sus defectos plantados de raíz y la inocente búsqueda de
respuestas sobre la verdad, la razón y la fe.
Los dos ejes de la
novela a simple vista son la contraposición del amor espiritual encarnado en Lyovin
y Kitty y el amor carnal encarnado en Anna y el Conde Vronski. Sin embargo,
descubrir escenas como las conversaciones efectuadas en torno a Lyovin (la
emancipación de las mujeres, el “fenómeno de la duda”, el objetivo de la vida y
lo inevitable de la muerte…) y el ostracismo al que es condenada Anna,
destruyen la ilusión de que la novela narra fundamentalmente dos amores
paralelos. Para notarlo basta estudiar minuciosamente el hecho (tremendamente
curioso, por cierto) de que el drama comienza con la deplorable conducta del Príncipe
Stepán para con su familia al cometer adulterio con la institutriz de los
niños; las problemáticas típicas del gobierno; y el pintoresco panorama de la
aristocracia de aquella época. Finalmente, encontraremos que no habrá forma de
culminar la historia hasta que Konstantín consiga la respuesta a todos los dilemas
planteados cuidadosamente en el transcurso del libro que tanto lo atormentan.
Es una novela cuya
lectura debe realizarse con cariño, con intención de ver a través de la
odiosidad de Karenin, de la locura de Anna, del amor profesado por Vronski, de
la ilusión de Kitty, del extraño carácter de Lyovin. Los personajes son una
masa común que brilla individualmente a causa de sus extravagancias, esperanzas
y pensamientos; se moldean los unos a los otros, se fortalecen entre ellos y
sus vidas transcurren ligadas por lazos inquebrantables. Por estas razones, es
fácil entender por qué se acostumbra a comentar que es una sencilla novela de
amores transcurridos en un ambiente que roza la apacibilidad y la desdicha;
consideración que no peca de errónea porque a fin de cuentas Lyovin y Anna son
las dos caras de una misma moneda.
Por un lado tenemos la
desbordante pasión de Anna y Vronski, tangible desde el primer cruce de miradas
en una estación de tren. Anna empieza siendo una mujer encantadora y seductora
que capta la atención del apuesto conde, y como es natural el juego acaba
transformándose en algo serio cuando la atracción es descaradamente notoria. He
de confesar que fueron mi punto favorito de la novela, pero paulatinamente mi
afición se enfría tanto como el amor del propio Vronski. La frialdad de este
individuo es asombrosa y, me atrevo a decir, que es uno de los pocos cabos
sueltos de la novela; pero es precisamente este hilo descuidado el que acaba
por volver loca a la Anna, que desarrolla un ideal de amor obsesivo y doliente
que la llevará a seducir a la muerte para perpetuar el sentimiento.
Contrapuesto a esto,
tenemos el tierno amor que Lyovin le profesa a la princesa Kitty. La
inseguridad, el inminente rechazo, la declaración –la escena del rompecabezas
de tizas es una belleza-… estos personajes constituyen el alma blanca de la
novela y traen el beneficio del perdón, de la confianza, de la búsqueda de la
felicidad. Son el respiro al delirio venenoso de Anna, la carta que da pie a
creer que los cuentos de hadas son reales y que todos somos capaces de conseguir
consuelo en los brazos del amor. Así como Vronski induce a la locura, Kitty es
para Lyovin la razón que acabará por contestar todo aquello que lo agobia.
Es verdaderamente
extraordinario el trabajo de Tolstoi, pues plasma el fino que une a la razón y
a la pasión y convierte ambas cuestiones en algo tangible: Konstantín y Anna.
Uno elevado al pensamiento superior, consciente del papel que ejerce e
impulsado a darle sentido real a su existencia; otra desligada de las
responsabilidades, rebajada a caer en el pecado y sufrir las consecuencias de
ímpetus.
Indudablemente este
punto se observa cuando los dos se encuentran. Lyovin prefiere no emitir
opiniones sobre Anna hasta que la conoce, quedando hechizado no solo por la
belleza que irradia sino también por su misterio. Es una forma increíble de
dibujar la racionalidad siendo atraída por el ímpetu: tenemos presente en ellos
dos caminos a seguir. Son seres esclavos de las convenciones sociales, pero que
deciden manejar la situación de maneras diferentes; constituyen la vulgar
intensidad del amor/odio y la sumisa respuesta de esta antítesis.
La belleza de la novela
está en este último punto. Lograr construir dos almas tan opuestas que encarnen
dos conceptos ideales de amor (puro e inocente, corrompido y pasional) y lleven
a cuestas opiniones personales del escritor sobre la hipocresía, la fe en Dios,
la política, la malicia, la libertad, la desvergüenza, el bien y el mal… entre
otras cosas. Fiódor Dostoyevski, escritor ruso, no se equivoca al
calificarla como una obra de arte y dicen por ahí que con esta novela se
inventó verdaderamente la literatura.
¿Recomiendo esta novela?
Totalmente. Sin embargo,
entender que no se trata solo del adulterio de Anna Karénina es fundamental
porque este hecho solo sirve de vendaje para cubrir al verdadero protagonista:
Lyovin. No solo es una historia de pasiones, es una guía reflexiva sobre los
aspectos de la vida en sí.
Leer a Tolstoi es divino
porque la narrativa es ligera y rica en recursos literarios y simbolismos, vale
la pena dedicar un par de horas para leer esas maravillosas páginas.
Cita favorita
“Anna Arkadievna leía y
se enteraba, pero no le agradaba leer, es decir, ir tras el reflejo de vidas
ajenas. Era demasiado agudo su deseo de vivir la vida propia.”
Dato curioso
El elemento del tren es
fundamental en la historia. En el caso de Anna Karénina no representa un buen
presagio, sino la culminación de su propia existencia y, según lo ve ella, de
todos sus problemas. El tren es invocado desde las primeras páginas (cuando los
niños de Stiva juegan con un ferrocarril de juguete), y se encuentra
frecuentemente entre las pesadillas de Anna; cabe destacar la ironía del hecho
de que Vronski y Anna se hayan conocido precisamente en una estación.
Puntuación
★★★★
Puntuación
★★★★
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