Héctor
Viel Temperley nació en 1933 en Buenos Aires, Argentina, dentro de una familia
de ascendencia inglesa. Su trabajo consta de nueve libros que abarcan el
período de treinta años (entre 1956 y 1986), siento el último de ellos, Hospital Británico (1986), el más
renombrado por ser “su más intrigante obra” según Eduardo García Manríquez. Nunca
presentó sus libros y solo se tiene acceso a una única entrevista realizada por
Sergio Bizzio. Fue una persona encerrada en sí misma, ajena a los círculos literarios
de la época y sus influencias aunque suele agrupársele en conjunto con los
surrealistas.
Todo
un mito ha sido construido alrededor de su nombre por la falta de datos
biográficos e información precisa, lo que ha obligado a sus lectores a edificar
una imagen del autor a través de su obra. Viel es una leyenda de las letras, un
personaje que revoluciona la relación entre el creador y la creación, entre el
poeta y la obra poética porque pasa de construir versos a ser construido por
ellos.
En
este sentido, es posible entender la razón por la cual Hospital Británico se ha convertido en su obra más conocida y
estudiada, pues presenta la síntesis de su experiencia poética; revela mediante
frases accidentales y sombrías como “Voy hacia lo que menos conocí en mi vida:
voy hacia mi cuerpo” o “Necesito estar a oscuras, necesito regresar al hombre” (Viel,
2003) la búsqueda a tientas de una voz poética (la inmaterialidad, lo
imaginario) capaz de transmitir aquello que el cuerpo (la materialidad, lo real)
no puede. Se trata de una conversación consigo mismo, de una introspección
desesperada por aferrarse a aquello que se escapa: la vida o el sentido del
vivir porque lo que predomina es dolor y muerte.
Este
dolor se manifiesta en el cuerpo con una intensidad insoportable, lo repliega
contra lo más negativo de sí. Ante semejante situación, es explicable la
necesidad imperiosa por desaparecer, por desquitarse de aquello que le
atormenta. Es allí donde cobra vida la voz poética, representando la necesidad
un guía, de un ente que se haga responsable del desastre y el caos: “Mi vida es
un desierto entre dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito dormir, pero
el sol me despierta” (Viel, 2003).
La
contraposición de la luz y la oscuridad es recurrente y despierta el interés;
parece revelar un aspecto muy característico del autor, ese debate interno
entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la resignación. Viel se sitúa a
sí mismo en una situación extrema e inestable que no logra comprender en su
totalidad, no tiene certeza de lo que sucede con su cuerpo, con su alma, con la
unidad de ambos. Pero desea fervientemente entenderlo, verbalizarlo mediante un
lenguaje vaporoso y de apariencia poco lúcido. Más adelante en un fragmento de Larga esquina de verano (Viel, 2003) reza:
Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me hundo en la iglesiade desagüe a cielo abierto en la que creo. Espero la resurrección
-espero su estallido contra mis enemigos- en este cuerpo,en este día, en esta playa. […]
Los
elementos naturales (el paisaje, constituido por el cielo, el mar…) y los
referentes religiosos también son algo particular de Viel y ha generado
controversia entre quienes lo estudian, pues se le ha catalogado como un poeta
místico-religioso. Sin embargo, es necesario recordar que lo místico no siempre
va de la mano con lo religioso; la mística en poesía no refiere a una
compenetración amorosa de esencias espirituales (la del alma y la de Dios), va
más allá del marco impuesto por el dogma. Mística y poesía nacen en la búsqueda
de un absoluto, de la creación de un nuevo mundo o la expresión de emociones
que no se encuentran en el plano tangible; el poeta místico contemporáneo nada
hacia lo inmaterial, lo etéreo, lo inmanente. Viel no es la excepción.
La
experiencia mística se da a través del cuerpo, se propone un encuentro del ser
a través de la unión con la voz poética. El sujeto encarnado en un cuerpo
tangible habla sobre sí mismo para construirse, reconociéndose en su propia
palabra es capaz de trascender por él, en él. Viel gira sobre sí mismo, la
figura que construye sobre sí misma refleja la comunicación entre el yo
experimentado (la voz poética) y el yo inexperimentado (el poeta).
El
ritmo de la letanía inherente en la poesía de Viel es acechante, y tiene cierto
anclaje en la muerte; pero una muerte cuya base no se sustenta en la
inexistencia, sino que encarna la mayor realidad de la condición humana, es
decir, el fin de la vida y la sensación de un conocimiento/entendimiento mayor.
En
una entrevista para la Revista Sudamericana Vuelta,
Viel establece que “empezó a interesarme la poesía que me permitía no solamente
esconderme sino evadirme y hacer un mundo, tener un mundo”, algo que solo
lograba al destruirse en cada imagen; imágenes definidas en forma de paisajes,
de caracteres mundanos y acabaron por convertirse en las esquirlas de un
trepanado en Hospital Británico y que
se presentía en poemas como Tengo la
cabeza vendada (1984): “Mi cuerpo—con aves como bisturíes en la
frente—entra en mi alma”.
Aunque
el mismo Viel consideraba que su poesía inicial era rígida, contraponiendo los
versos compuestos en tres décadas, es posible establecer que la obra de este
argentino es un collage de deseos, miedo, sueños, percepciones, decepciones y
demás; “Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada”, “Hablo de todas las
horas y de todos los días / y de todas las estaciones y de todos los años” y
“Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido” (Viel,
2003) revelan la conciencia del acto creador, hay reconocimiento de que el
creador existe en la creación y puede establecer un diálogo ameno, doloroso,
lejano, impreciso. De esta manera, los poemas de Viel se asemejan a un
depósito: donde habita él, donde habita la voz poética, donde habitan ambos
dispersos en fragmentos que continuamente buscan encajar y complementarse.
Referencias
García
Manríquez, Eduardo. Una mirada al Hospital Británico de Héctor Viel
Temperley. Periódico de poesía, Raros y Curiosos, 2013. Universidad Nacional Autónoma de México.
[http://www.periodicodepoesia.unam.mx]
Viel
Temperley, Héctor. Hospital Británico. Buenos Aires, ed. Del Dock, 2003.
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