Argumento [Mondadori, 2011]
La
dama de las camelias es una de las novelas más populares de todos los tiempos.
Adaptada al teatro y al cine innumerables veces, inspiró incluso una de las
óperas más celebradas del XIX: La Traviata, de Giuseppe
Verdi. La obra cuenta la imposible historia de amor entre Armand Duval, un
apuesto joven de alta alcurnia, y Marguerite Gautier, una bella y angélica
cortesana. Juntos tratan de desafiar las rígidas convenciones sociales de su
tiempo, entre el esplendor y la hipocresía del París de 1840.
***
Resulta
innegable que los libros inspirados en eventos “reales” llaman la atención del
público, por lo cual el éxito de La dama de las camelias (1848) se debe, en un principio, a la
figura de la cortesana Marie Duplessis. Esta novela, escrita por Alexandre
Dumas (hijo), evoca el rostro grotesco de la decadente sociedad parisina del
siglo XIX y representa, dentro del ámbito literario, una especie de transición
entre el romanticismo francés y el realismo. Sin embargo, para un lector
moderno La dama de las camelias no depende de las etiquetas atribuidas
por el canon, sino de la transparente historia que encierra.
A
pesar de las confesiones de Dumas sobre la veracidad de los acontecimientos,
Marguerite Gautier adquiere en el texto una independencia extraña. Nos
sometemos a múltiples narraciones (la del narrador, la de Armand, la de Julia
Duprat…) que nos permite vislumbrar el espíritu errático y quebrado de una
joven hermosa; y solo a través de escuetas cartas insertadas entre párrafos
logramos conocerla a profundidad. Allí es donde su voz se escucha sin ser
eclipsada por el amor, la envidia, la pasión o el dolor.
La
señorita Gautier se mantiene impoluta a pesar de su profesión, se lleva a la
tumba más que la belleza y la juventud: su verdad. Si bien Dumas construye en
ella una idealización de la relación íntima compartida con Marie Duplessis,
Marguerite se erige como una heroína semejante a Emma Bovary para ser el eco de
una degradación social progresiva que la condenó a morir entre bienes
empeñados.
Ya empiezo a estar harta de ver sin cesar a esa gente que viene a pedirme lo mismo, que me pagan y que se creen en paz conmigo (…) te crees todo lo que oyes, pues la prostitución tiene su fe, y el corazón, el cuerpo, la belleza se te van desgastando poco a poco; te temen como a una fiera, te desprecian como a un paria, estás rodeada de gente que siempre se lleva más de lo que te da, y un buen día revientas como un perro, después de haber perdido a los demás y haberte perdido a ti misma.
El
amor entre Armand y Marguerite es una excusa para relatar una serie de vicios
bien encarnados en Prudence Duvernoy, el Conde, Olimpia, Gastón, etc. La maldad
tiene diversos rostros y poco a poco consume la pureza de los sentimientos que
comparte la pareja hasta anularlo. Dumas tiene la intención de hacer una fuerte
crítica a las injusticias de su época, lo declara al finalizar: “no soy apóstol
del vicio, pero me haré eco de la desgracia noble donde quiera que la oiga
implorar”. Y solo la muerte, como acto de redención, logra entrelazarlos porque
vendidas las joyas, los choches, los vestidos y demás a Marguerite solo le
queda en el mundo una tumba cubierta con miles de camelias y las lágrimas de un
hombre cuya última carta le declaraba “no soy lo suficientemente rico para
amarla como yo querría, ni lo suficientemente pobre para amarla como querría
usted”.
Lo
más bello de esta obra es que no necesitó grandes detalles estilísticos
para ser escrita y, además, inspiró piezas teatrales, películas, canciones,
etc. La narración es hermosa, mas no
recargada; las escenas fluyen sin interrupciones y atrapan al lector en la red
infame de una triste historia. Dumas seduce por su sinceridad, que vale mucho
más que una extravagante calidad literaria.
Compadecemos al ciego que nunca ha visto la luz del día, al sordo que nunca ha oído los acordes de la naturaleza, al mudo que nunca ha podido expresar la voz de su alma, y, so pretexto de un falso pudor, no queremos compadecer esa ceguera del corazón, esa sordera del alma, esa mudez de la conciencia…
Si La
dama de las camelias posee
una moraleja, diría que le exige al hombre desapego por lo material, es una
apelación a lo que nos convierte en seres humanos: sensibilidad por el otro,
consciencia de que cada acción repercute
en alguien -tal vez- ajeno a mi entorno. Temiendo sonar cursi, considero que
esta novela habla sencillamente del amor; no un amor carnal y apasionado, sino
uno escondido en las profundidades del alma, pues “el amor verdadero siempre
nos hace mejores; cualquiera que sea la mujer que lo inspira”. Marguerite
anhela ser amada como todos desean ser amados; lo más doloroso es verla
sucumbir ante la enfermedad sin abandonar la esperanza de volver a encontrarse
con Armand. Una cara de la novela nos muestra la injusticia; la otra, nos habla
del sacrificio.
Referencias
Dumas,
Alexandre (hijo). La dama de las camelias. Madrid: Edimat, 2001.
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